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El zodiaco constitutivo y el zodiaco constituyente.

El propósito de la astrología Cabalística es hacernos conscientes de nuestros potenciales o dones para poder hacer frente a los desafíos de la vida, y así poder tomar el control de la misma. La Astrología Cabalística data de hace 5000 años, basada en los escritos de Abraham, el Patriarca.  Es la más Antigua y más profunda aplicación de Astronomía y Astrología conocida por la humanidad. 

El estudio de los planetas y las estrellas es realmente una ciencia a través de la cual podemos entender y satisfacer nuestras necesidades más profundas.  Más que una técnica dentro del mundo de astrología, la astrología cabalística mira a un ser humano en su relación al universo desde un punto de vista altamente espiritual.

De acuerdo con la tradición de la Cábala el Creador ha formado al Universo organizado los materiales proporcionados por los distintos signos, que representan elementos: fuego, agua, aire y tierra. El Creador de nuestro sistema solar empezó utilizando las fuerzas provenientes de los signos de fuego, las cuales alimentaron Su Designio, Su Propósito creador; es decir, le facilitaron la semilla de su futuro universo. Luego utilizó las fuerzas provenientes de los signos de agua, los cuales pusieron a su disposición esa esencia llamada Amor.

Dios mezcló en esa etapa designio y amor, haciendo con ellos una de las columnas de su obra. Los signos de aire ofrecieron después sus fuerzas y con ellas Dios estableció las leyes que rigen el universo y de ellas nacieron en nuestro bajo mundo la lógica y la razón, que constituyen la segunda columna de la obra divina, la de la izquierda, y que nos permiten comprender el funcionamiento de la máquina cósmica, al descubrir las leyes que la mueven.

Ya sólo faltaba que los signos de tierra entraran en funciones para ofrecer al Creador su fuerza coagulante con la que envolver las energías de los demás signos, de manera que dispusieran de un cuerpo material para manifestarse. Con esas fuerzas, Dios vistió Su Obra, le dio un ropaje y una apariencia.co en nuestro organismo psíquico, emocional y físico con las Casas.

La astrología Cabalística utiliza calendarios distintos. Mientras que la astrología convencional está basada en el calendario solar o gregoriano, la astrología cabalística utiliza el calendario hebreo, que toma en cuenta la posición tanto del Sol como de la Luna. La astrología cabalística trabaja en la misma manera que la astrología tradicional, pero usa además el Árbol de la Vida como un esquema.

Este mapa es una conversión del zodiaco del mapa natal, a un esquema del Árbol de la Vida donde se colocan los planetas en las diferentes esferas o séfiras.

El signo del Zodíaco en el que nacimos nos transmite todos los rasgos positivos y negativos que necesitaremos para efectuar nuestra propia transformación. Sin embargo, los signos del Zodíaco no son la causa de los rasgos de nuestra personalidad, sino el efecto. Nuestro karma de vidas previas determina bajo qué signo debemos nacer con el fin de adquirir los rasgos y los atributos necesarios que nos permitirán corregir y transformar nuestra actividad negativa previa.

En la hora, día, mes y año,  lugar, latitud y longitud  en que nace una persona parte de sus cuerpos sutiles quedan impregnados, como si fuesen una placa fotográfica, por la energía manifestada en el instante de la primera inspiración de aire.

Esta impregnación, junto con las tendencias hereditarias y la interacción con el medio socio-cultural configuran el temperamento y el carácter, los cuales pueden condicionar nuestro destino si no somos conscientes de algunos de sus componentes.

El Zodíaco Constituido es el que representa el cosmograma original que empieza en el signo de Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, Leo, Virgo, Libra, Escorpio, Sagitario, Capricornio y Piscis. Todos ellos constituyen un orden implicado, como todo proceso de generación, ha de tener un principio y un fin, lo que no significa un “final” en sí mismo.

Estos doce signos representan el trabajo alquímico en el cual se inscriben todas nuestras tareas. Como los Doce trabajos de Hércules, los que le ayudaron a conseguir la inmortalidad, nuestro trabajo humano se compone también de doce tareas que engloban diferentes áreas y etapas de creación, de lo personal a lo transpersonal.

Para llegar a perfeccionarnos en las distintas materias o asignaturas, pasamos una y otra vez por cada una de las etapas que corresponden al orden en el cual la energía se ha desplegado. Este orden corresponde al Zodíaco Constituyente, es decir, por elementos, pasando por las etapas del Fuego, del Agua, del Aire y de la Tierra. Pertenecen al Elemento Agua los signos de Cáncer, Escorpio y Piscis.

El Agua es el segundo de los Elementos, y nos dice la tradición cabalística que apareció en el segundo Día del actual período de manifestación. En el ciclo de creaciones humanas, también aparece en segundo lugar. Pertenecen al Elemento Aire los signos de: Libra, Acuario y Géminis.

El Aire es el tercero de los Elementos y apareció en el Tercer Día del actual período de manifestación. También en el ciclo de creaciones humanas, el Aire aparece cuando el Agua ya se ha retirado. Es decir, cuando las emociones desaparecen, empieza a reinar la razón, ya que en términos psicológicos Aire es razón, lógica, pensamiento.

El Aire ordena de una manera lógica los impulsos procedentes del Fuego y del Agua. Pertenecen al Elemento Tierra los signos de Capricornio, Tauro y Virgo.

La Tierra es el cuarto de los Elementos y dicen los cabalistas que apareció en este Cuarto Día del actual período de manifestación en el que nos encontramos.En términos psicológicos, la Tierra se traduce por sentido práctico, capacidad de enraizarse.

El hombre, que empieza su cielo experimental en el Fuego, vive intensamente sus emociones en el ciclo de Agua, pasa por experiencias intelectuales, de formación de su pensamiento, en el ciclo de Aire, y termina convirtiendo todas esas experiencias en hechos materiales en el cielo de Tierra.

Se despliegan 12 signos, doce trabajos, doce ámbitos, doce asignaturas existenciales que conforman nuestra plenitud como seres potencialmente creadores de futuros mundos.

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