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El Amor incondicional

Cuando somos bebés, las cosas que necesitamos para sobrevivir se pueden contar con una sola mano: comida, calor y refugio. Eso es todo. Pero para prosperar, necesitamos amor. Cuando nuestras necesidades están cubiertas, nos sentimos satisfechos, como si todo estuviera bien en el mundo. Nuestras necesidades nunca se apartan de esas cosas originales. Sin duda, necesitamos ciertas cosas para mantener nuestro cuerpo vivo y sano. Pero lo esencial permanece constante.

Durante los primeros años de vida somos pequeños receptores que reciben alimento, cuidados y amor. Recibimos todo el amor posible. Pero en algún momento de la primera infancia aprendemos lo bien que sienta compartir. Si pasas tiempo con un niño pequeño, es posible que recibas todo tipo de tesoros: una hoja, una pelota o una galleta a medio comer. Cuando los niños ven lo encantados que estamos con estos “regalos”, encuentran otras cosas que darnos y el juego continúa.

Por otro lado, también aprendemos lo poco que nos gusta que nos quiten cosas, de ahí los terribles dos años. En su mayor parte, superamos esta resistencia a compartir con la ayuda de nuestros padres, cuidadores y profesores. Pero si no aprendemos a amar incondicionalmente, en algún momento de la edad adulta nos volvemos egoístas, aferrándonos desesperadamente a las cosas, las personas y las experiencias, creyendo que nos completan. Junto con nuestro egoísmo, el ego crece, capa sobre capa, impidiéndonos ver la Luz que irradia de nuestro ser central. Sentimos que de alguna manera nos falta y que necesitamos recibir para compensar esta carencia.

El deseo de recibir sólo para el yo hace que las relaciones sean complicadas. Nunca dejamos de necesitar amor, pero cuando no lo compartimos, nos volvemos pegajosos, celosos, exigentes o paranoicos. En lugar de un flujo constante de dar y recibir mutuamente, nos centramos en recibir, tratando de sacar el amor de los demás o reteniendo el amor para protegernos de ser heridos. Según Michael Berg

“La mayoría de nosotros inyecta un gran elemento de egoísmo, del deseo de recibir sólo para el yo, en nuestras relaciones, incluso con las personas que más amamos. No importa cuán puro sea nuestro amor por otra persona, si hay egoísmo unido a ese amor, la relación está destinada a terminar”.

Tales acciones nos hacen sentir aún menos dignos de amor.

La clave de las relaciones sanas (románticas, platónicas o de otro tipo) es algo que los cabalistas han conocido y puesto en práctica durante siglos: el amor incondicional. El amor incondicional significa sacarse a uno mismo de la ecuación y dar amor sin ninguna expectativa o esperanza de recibirlo a cambio. Es un intercambio desinteresado entre dos personas. Sin dar y recibir, no hay espacio para el amor, porque la verdadera realización -el amor real- requiere que cada persona desempeñe el papel de dador y receptor. No importa si la relación es entre padre e hijo o entre marido y mujer.

Muchas relaciones se basan en la interacción del ego con el ego, lo que crea una separación. Cuando esto sucede, nos sentimos desconectados, devaluados y no amados. La inseguridad construye otra capa de ego y el ciclo del egoísmo continúa. El amor no tiene que ver con nuestras necesidades personales. El amor es reconocerse en el alma del otro y ayudarle a verse a sí mismo.

“Lo que tenemos que aprender”, dice Karen Berg, “es que cuando amamos a alguien y somos su amigo o su pareja, aunque tenga cambios de humor, tenemos que ser capaces de darle un amor que no tenga agenda. Esto no significa que no podamos establecer límites saludables o que tengamos que soportar que alguien nos trate mal. Sin embargo, significa que debemos permitir que las personas cercanas a nosotros sientan que son parte de nosotros, incluso cuando no se sientan bien o actúen como un niño en lugar de un adulto. Recuerda que la única manera de recibir un regalo como el amor incondicional es cuando somos capaces de extenderlo nosotros mismos”.

Compartir en una relación amorosa puede ser tan satisfactorio como cuando teníamos dos años. Cuando nos despojamos de las capas de ego que se han acumulado con el tiempo, podemos sentirnos completos, felices y compartir el amor incondicionalmente.

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