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El simbolismo de la Navidad (1)


Desde muy pequeño estas fechas son algo especial para mí, siempre espero con ilusión la Navidad.

Por alguna razón, las personas estamos más dispuestas a dar amor a los que nos rodean, nos sale una tendencia natural a ayudar a los más desfavorecidos. Actitud que debería estar todos los días presente, no solo en estas fechas.

Pero aunque sea por un corto periodo de tiempo, estamos más alegres y somos en parte menos egoístas.


Con esa ilusión que sigue desde hace tantos años conmigo, trataré de transmitiros cuál es esa versión de la historia Navideña que para mí, ha significado siempre algo muy importante en mi vida.


Se trata de un ritual que tiene más de 2000 años de antigüedad, aunque ha día de hoy, ha perdido gran parte de su significado simbólico y se ha vuelto una época donde la vorágine de compras navideñas nos invade cada año.


La fiesta navideña tiene su origen en el nacimiento simbólico de Jesucristo. Digo simbólico porque los Evangelios según San Marcos y San Mateo no hacen referencia a la fecha exacta de su nacimiento.


Algunos historiadores evidencian la posibilidad de situarlo en un día del mes de Marzo. Para la astrología se trataría un período de plenilunio durante el tránsito del Sol por el signo de Piscis.


Es durante el Siglo IV cuando la iglesia católica marca este acontecimiento el día 25 de Diciembre. En cambio la iglesia ortodoxa celebra la Epifanía, el 6 de enero.


Pero la fecha exacta es lo menos importante a mi juicio, lo realmente mollar es el significado y como lo podemos aplicar en nuestro día a día.

Cualquiera de los cuatro Evangelios, no son, más que una exposición biográfica, es una ruta simbólica y de acción. No debemos de entenderlos como una crónica periodística.

Ahora, más allá de buscar una verdad histórica sobre la Navidad, se pretende comentar un poco su simbología, tanto en los textos sagrados como en las creencias populares a los efectos, no meramente culturales, que nos sean prácticos en nuestras vidas

Para entender este episodio en su exacto significado, es preciso comprender que el Nuevo Testamento, como el Antiguo, relatan unos acontecimientos que son, alternativamente, reales y míticos.

A menudo se ha interpretado como una realidad material lo que es una realidad espiritual, clasificando el acto generacional como un acto impuro, cuando solo lo es (espiritualmente hablando) si la pareja humana se acopla con el único objetivo de hallar placer

La palabra navidad hace referencia a dos conceptos: nacimiento, del latín “nativitas”, y “natalis”, fiesta. Se trata pues de algo nuevo que nace y merece ser celebrado.

Lo mas normal en los sermones de las iglesias es oír que en Navidad algo nuevo tiene que nacer en nosotros pero si no consideramos los elementos que matizan la Navidad, su simbología, nos vamos a encontrar como el viajero que quiere ir a un destino pero carece del mapa que le ayude.

Lo que viene, como toda simbología no pretende ser algo exacto, cerrado y veraz, es sólo una interpretación que solo pretende servir de ayuda para el viaje, o por lo menos que nos hagamos preguntas que ayuden a investigar más. Vamos a ver la simbología de algunos elementos.

CONCEPTO GENERAL: Se trata de aprovechar la fuerza del momento, la fuerza Cristica que aparece el 25 de Diciembre o la noche del 24 como prefiera, para que algo nuevo nazca en nosotros.

Fecha del 25 de Diciembre

La fecha es algo anecdótico, ya que no está clara cual es la exacta. Lo importante es la Navidad es sí.

La Navidad es la fiesta que celebra este acontecimiento espiritual, una fiesta de luz y de renovadas esperanzas, una luz que tenía como propósito iluminar las consciencias y llenar el corazón de esperanza de una vida más amorosa, en un momento de la historia en que los instintos tendían a desbordarse en el mundo.

De hecho este fue el mensaje que más proclamó el Maestro de Nazaret a lo largo de su corta pero intensa vida: la necesidad de amarnos los unos a los otros.

Jesucristo hizo cambiar el mundo en tantos niveles que no se pueden explicar y hasta el tiempo se mide a partir de su nacimiento de manera que tenemos ahora toda la Fuerza para que lo que queremos nazca en nosotros, definitivamente nazca.

Mucha gente hace propósitos de cambiar en año nuevo, pero a nivel astrológico / esotérico la fuerza de cambio se produce en el solsticio de invierno y es entonces cuando hemos de aprovechar la corriente de ayuda.

Pregúntate: ¿Estoy preparado para que haya un cambio en mi vida?

El nacimiento
La historia nos relata que Jesús era hijo de José el carpintero, viudo y de María la novicia del templo de Sion.

José y María constituyen el estadio anímico anterior al nacimiento de Jesús. Es decir, para que la personalidad mística pueda nacer dentro de nosotros, esa que unirá lo divino a lo humano, es preciso que se produzca previamente una regeneración que nos devuelva a nuestro estado de pureza virginal. En este sentido, José y María constituyen los dos polos de una misma realidad espiritual, lo terrenal y lo etéreo

Para que algo nazca en nosotros debe nacer de un principio no contaminado, de un principio virginal. Debemos ser una tierra virgen, no contaminada para que lo que se siembre pueda crecer.

Para estar preparados y ser esa tierra virgen, es preciso que hayamos superado la etapa en la que nos dejamos dirigir por nuestras emociones, por las bajas pasiones, llevados por el deseo de conquista, el afán de tener más, de ser mejores que los demás, de ganar más dinero.

Puro es aquello que no está contaminado y claro, esto nos lleva a pensar qué es lo que queremos decir con eso de “contaminado”

Nuestro proyecto no es puro si no es auténticamente nuestro. Por ejemplo si el proyecto de alguien es emprender un negocio para demostrar a la familia su valía, ese no es un propósito “puro” pues está influenciado por el concepto de lo que los otros quieren de nosotros.

Darse cuenta de si lo que queremos es lo que realmente queremos nosotros o si es algo moldeado por el entorno no es fácil pues vivimos tan sometidos a las imposiciones del entorno que ser uno mismo es dificilísimo, pero es preciso.

Contaminado es “todo lo que está en mi y no soy yo”.

Así por ejemplo el odio es impuro, la avaricia es impura, etc. porque todo eso está en mí pero no soy yo

Desde un punto de vista espiritual la pureza de la virginidad supone que Jesús no es producto de una sociedad judía envuelta en el odio a los romanos sino que persigue implantar en la tierra “el reino de Dios”. Ese es el concepto que encierra la pureza reflejada aquí por la virginidad.

Puro, es así lo que proviene del Espíritu, no de la carne. Eso se ha interpretado desde una vertiente sexual que me parece simplificadora e incompleta.

Reflexión a nivel personal. La pregunta ahora de este simbolismo podría ser: ¿en que debo purificarme para llegar a tener la “virginidad” para hacer nacer lo que quiero en mí? ¿Debo purificarme del miedo? ¿de la influencia social? ¿del odio hacia los que me han herido?

Estas preguntas, y sobre todo las respuestas que ocasionan, son las que cada uno de nosotros debe darse a si mismo para que la Navidad arraigue en nosotros y no se convierta sólo en una fiesta donde las comilonas y el consumo compulsivo de productos o cada esta festividad. Esa es la base de nuestra virginidad.

El viaje.

Los Relatos Sagrados dicen que camino de Judea, José y María no encontraron un albergue para pernoctar y ante el parto inminente se pararon en Belén, en una humilde cueva que servía de establo.
Los detractores del relato bíblico insisten en la incierta probabilidad de que Jesús naciese en una cueva. Es verdad que los judíos de aquel tiempo eran personas especialmente solidarias.


Vivian en clanes familiares y emparentados. José y María tenían familia en Belén, entre otros Sara, tía de María. Algunas crónicas históricas afirman que lo más probable es que fuesen alojados ahí y que María diese a luz en aquel hogar.
Pero hay que recordar que la importancia de este relato no se centra en el hecho histórico, sino en su simbolismo.


El viaje físico que llevan José y María recrea el viaje interno que todos un día u otro tenemos que realizar para prepararnos para el cambio anímico, para el cambio de valores, para que nuevas aptitudes y tendencias puras inunden y sanen nuestra personalidad.


Si la tradición hace nacer a Jesús en una cueva-establo, su significado es claro. La cueva, el establo simbolizan la humildad, el desprendimiento, la pobreza material, pero no las pequeñas tendencias, serían esos actos cotidianos que deben empezar a seguir a esa nueva predisposición que está naciendo en nosotros y que un día debe reinar.


Significa que para que la parte crística nazca y reine en nuestra vida, es preciso ir realizando diminutos actos, que, sin ser demasiado visibles, influirán en un cambio de nuestra personalidad. Por ejemplo, meditar diez minutos al día a la salida del sol o poner un poco de música que nos eleve… como veremos más adelante.


El marco humano en el que se desarrolla nuestra vida forma parte de nuestro paisaje emotivo y mental. Pensamos, sentimos y vivimos en una tierra determinada.

Si nuestro estado mental y emocional cambian, el marco en que vivimos ya no corresponde al nuevo estado psíquico interno, de modo que es fácil que no tarde en producirse la circunstancia que nos llevará a otro lugar.

Es por ello que la inestabilidad emotiva es generadora de frecuentes cambios de domicilio. Cuando la persona no puede viajar, entonces tratará de cambiar los muebles, los cuadros, las macetas de sitio, para conseguir que su paisaje diario sea distinto.

Visto desde el ángulo opuesto, cuando queremos imponer un cambio a nuestra vida es preciso iniciar un viaje, es decir, debemos realizar un movimiento.

Esta es una de las razones que nos lleva a ponernos una vestimenta especial cuando nos dedicamos a menesteres espirituales, por ejemplo túnicas blancas en rituales, la sotana de los sacerdotes. La gente antes se “vestía de domingo” para ir a misa.

Pregunta: ¿Qué movimientos estoy haciendo en mi vida? ¿Necesito hacer cambios constantemente, y porqué?.

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